Los pecios son los testigos indiscutibles del paso de la historia. Muchos han sido destruidos por encontrarse en aguas poco profundas, por las riquezas que pudieran esconder y, sobretodo, por falta de una legislación adecuada.

En España, principal impulsor del Foro Euromediterráneo de Arqueología Marítima, contamos con la Ley 16/1985 del Patrimonio Histórico Español. A nivel internacional se ha redactado un borrador que será debatido en París del 26 de marzo al 5 abril por representantes de más de 100 países y que pretende acabar con los denominados “cazatesoros”.

Restos hundidos


Desde hace muchos años surcan los mares realizando submarinismo buscadores de tesoros movidos por fines lucrativos, aventureros o científicos:
  • Robert Stenuit cuenta con un museo particular. Es el descubridor de varios de los pecios de la Armada Invencible y de los Galeones de Rande.
  • Bob Marx encontró la ciudad de Port Royal en Jamaica y el galeón español Nuestra Señora de las Maravillas en Bahamas. Al igual que los antiguos piratas y corsarios, la tripulación de sus expediciones va armada para defender el botín.
  • Rubén Collado rescató un tesoro valorado en más de un billón de pesetas de El Preciado, que fue hundido por piratas ingleses en 1792 frente a Montevideo.
  • Una compañía americana, llamada Seahawk, investiga pecios a gran profundidad valiéndose de avanzada robótica subacuática. Hasta hoy no existe ninguna ley que regule el patrimonio sumergido en aguas libres (más de 200 millas), por lo que el primero en llegar al pecio es su legítimo propietario. De ahí el interés de la UNESCO por solucionar cuanto antes este vacío legal.
Hay documentos sobre el naufragio de barcos cargados de grandes riquezas y su localización, muchos no han sido saqueados por su inaccesibilidad, pero están en la mira de más de un cazatesoros y evocan fabulosas leyendas. Por ejemplo, en 1702 naufragaron en el estrecho de Rande (Redondela – Vigo) cerca de 40 navíos de la flota de Indias y el mito sobre los numeroso tesoros allí sepultados fue la inspiración de Julio Verne en su obra “20.000 leguas de viaje submarino”.

Fauna submarina junto a los pecios


Grandes descubrimientos arqueológicos

Pero el valor de los pecios no reside sólo en los tesoros que puedan esconder. Son un importante testimonio a la hora de reconstruir la historia. Los avances tecnológicos, desde el equipo autónomo de buceo hasta la magnometría diferencial, facilitan las excavaciones arqueológicas sumergidas:
  • El arqueólogo alemán H. Schliemann, en el s. XIX, descubrió la antigua Troya en la costa de Turquía.
  • Gracias a la invención del equipo autónomo de buceo alimentado desde la superficie, se encontraron en el s. XIX restos de naves romanas y griegas, de los que se han recuperados piezas de incalculable valor histórico-artístico, siendo el hallazgo más destacado el pecio griego de Antikthera.
  • El norteamericano George Bass, considerado el padre de la arqueología submarina, es el reciente descubridor de el pecio prehistórico de Ulu-Burum, localizado en la costa de Turquía.


Están por todo el mundo

El popular pecio del galeón español San Diego, hundido el 14 de diciembre de 1600 en una batalla con Holanda provocada por motivos comerciales, fue localizado en 1991. La investigación, dirigida por Franck Goddiod, se valió del testimonio de los náufragos (recogido en el Archivo de Indias) y de una posterior prospección geofísica.

Las excavaciones se desarrollaron en 2 campañas en las que se han recuperado más de 5000 objetos: en la primera de ellas extrajeron del pecio 14 cañones de bronce, tinajas, anclas y el tan preciado astrolabio; en la segunda se recuperaron 1800 piezas de porcelana fina, cerámica china del Imperio Ming, objetos de oro, reales de plata y otros muchos útiles que testimonian la diversidad cultural y racial a bordo de los míticos galeones de Manila. Para su recuperación fueron necesarias más de 1700 horas de inmersión en profundidades de entre 50 y 60 m. con botellas de aire comprimido y un presupuesto de 16 millones de francos.

Gracias a los robots submarinos y al GPS se han conseguido imágenes de un galeón español del s. XVII y la ubicación tridimensional de los objetos que contiene, lo que ayuda a los historiadores a recrear las condiciones de vida a bordo.

Frente a nuestras costas

Mucho más próximo a nosotros y mucho menos profundo se encuentra el Yacimiento de Laredo. En las costas cántabras, a menos de 10m. bajo las aguas, aunque con una importante capa de arena sobre él, se descubrió el navío holandés Snelhyd, hundido en 1719. Los restos encontrados formarán parte del futuro Museo Marítimo de Laredo.

Buceo en pecios


Nuestras costas han presenciado muchos otros naufragios. Decenas de embarcaciones yacen frente a Finisterre: buques de la Armada Española, acorazados y cargueros ingleses, submarinos de la 2ª Guerra Mundial... 20 bajeles de la Armada Española hundidos en 1596, fueron localizados 400 años después.

En la boca del puerto de Cartagena se hundió el transporte Castillo de Olite, en 1939. La Guerra Civil causó otros hundimientos como los del submarino B-6, el acorazado España, el bacaladero Vendaval o el crucero Baleares.

Centenares de navíos españoles se encuentran sumergidos a lo largo de toda la geografía marítima, llegando incluso hasta la Antártida, donde se buscan los restos de el navío San Telmo, divisado por última vez en 1819. El pecio aún no ha sido encontrado, pero sí restos del calzado de la tripulación.


Descubre cosas increíbles

No es esta la primera vez que nuestro país se interesa por recuperar los restos de un naufragio. Hace más de 200 años, Carlos III contrató 40 buceadores europeos para recuperar los tesoros del navío San Pedro de Alcántara, con la autorización del Rey de Portugal, pues el naufragio se produjo en la Península de Papoa. Esta investigación arqueológica continúa en la actualidad y siguen apareciendo monedas acuñadas en Lima con la imagen de Carlos III.