Los deportes de aventura nos muestran un lado de lo más divertido con el que disfrutar de nuestros días de tiempo libre y descanso. Pero hay ciertos deportes o lugares en los que practicarlo que tienen unas características especiales que hay que tener en cuenta. 
 

Preparación física

Para salir a la montaña, sin correr riesgos evitables, es necesario estar en buena forma. Si pasas mucho tiempo sin estar activo, haz algo de ejercicio, como correr, nadar o montar en bicicleta. Es buena idea pasar un día o dos a principio de temporada en una estación, te servirá como una especie de entrenamiento, además de para probar y ajustar el nuevo material.

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Cuando se domina la técnica, bajar la montaña nevada surfeando no suele suponer un problema, sin embargo, no hay que olvidar el esfuerzo de la subida. Para acometerla es necesario una buena capacidad cardiorrespiratoria -que se potencia corriendo o haciendo ciclismo- y fortaleza de ciertos músculos. Una buena preparación física te permitirá no gastar todas las fuerzas en la subida, pues un cansancio excesivo puede impedirnos aplicar nuestra técnica y recursos en la bajada.
 

Planificación de la ruta

Antes de partir es necesario conocer a fondo la ruta que vamos a seguir. Para ello, consulta un mapa que sea lo más detallado posible (los montañeros suelen usar los de escala 1:25.000), además de preguntar a los agentes forestales y a los guías de montaña de la zona. Intenta hablar con alguien que haya hecho ya el recorrido que planeas e infórmate sobre el estado de las carreteras y el parte meteorológico de la zona. No te aventures en la montaña si no dominas todos los tipos de terreno y de nieve que te puedes encontrar y, sobre todo, no elijas tramos o actividades que están por encima de tu nivel técnico. Cuanta más información tengas, más seguro resultará luego el recorrido.
 

Orientación

Uno de los problemas que pueden surgir en la montaña es la localización del itinerario. Si estás en zona conocida y el tiempo es bueno, no tendrás problemas. Sin embargo, las cosas se pueden complicar si te mueves en terreno desconocido o si, por ejemplo, te sorprende una tormenta. Es fundamental la orientación gracias a un buen mapa y consultarlo con frecuencia durante la excursión.

También son necesarios una brújula, un altímetro y el GPS, instrumento electrónico que nos da nuestra posición en coordenadas de altitud y latitud. Si a pesar de llevar el equipo adecuado te pierdes, no te asustes. Si todavía queda luz, trata de localizar tu posición con ayuda del mapa y la brújula. Si está oscureciendo, prepara un campamento de emergencia y espera al día siguiente para decidir si pides ayuda o puedes encontrar el camino con tus medios.
 

Las condiciones meteorológicas

En cualquier recorrido por la montaña, el frío, el sol, el viento o la nieve pueden jugártela, por lo que es fundamental estar preparado para afrontar los problemas que puedan surgir. Para evitar las lesiones causadas por el frío, como la hipotermia o la congelación, hay que ir bien equipado, con prendas secas y abrigadas, y llevar manoplas, gorro y un pasamontañas para proteger la piel de la cara. Al parar es importante abrigarse, y si te sientas en el suelo, hazlo sobre un aislante o sobre la mochila.

Si la parada es prolongada, busca un lugar protegido del viento y la nieve. Las manos y los pies están más expuestos a la pérdida de calor y, por lo tanto, son las partes más propensas a sufrir congelación. Si notas pérdida de sensibilidad y movilidad en los dedos de las manos, describe círculos con los brazos y las manos bien extendidos, pronto notarás cómo llega la sangre hasta los dedos. Para los pies, lo mejor es mover las piernas adelante y atrás como un péndulo, saltar o correr sin moverte del sitio.

Protégete del sol, lleva siempre gafas y crema solar de factor protector alto. Recuerda que esta última es necesaria también en días nublados. Es conveniente llevar pantalones largos y camisas de manga larga, incluso en verano, para proteger la piel de las quemaduras.

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Si te ves sorprendido por una tormenta, protégete cuanto antes. Cuando la visibilidad es escasa, lo mejor es detenerse y refugiarse en la tienda o en una cabaña si hay alguna cercana. Pero si estás en una ladera con riesgo de avalancha, lo mejor es continuar hasta un lugar seguro. Si la tormenta es eléctrica, trata de descender a una zona de altitud más baja, busca refugio en una cueva grande o en un grupo de árboles y aíslate del suelo sentándote sobre la colchoneta.
 

La altitud

El "mal de altura" se produce debido a la reducida presión de oxígeno en las grandes altitudes. Sus síntomas son mareos, trastornos del sueño, dolor de cabeza, náuseas, debilidad y cansancio general. Se produce a partir de los 2.500 m de altitud, es decir, en la mayoría de las áreas de montaña, aunque si la permanencia en la altitud es breve, solo se sentirá un mayor cansancio.

Para evitarlo, es fundamental subir poco a poco y dormir siempre en cotas inferiores a los 3.000 m, si esto no es posible, porque te hallas por encima de los 3.000 m, trata de dormir como mucho 300 m más arriba que la noche anterior. También es conveniente ganar un poco de altitud antes de descender para dormir, pues esta estrategia facilita el proceso de aclimatación.
 

En caso de accidente

Cuando se produce un accidente, hay que decidir entre pedir ayuda o transportar al herido. Para ello deben valorarse los medios de que dispone el grupo, el lugar en el que se encuentra y la climatología. Si no es nada grave, quizá se pueda solucionar con los medicamentos del botiquín, que en travesías de larga duración debe contener al menos venda, esparadrapo, algodón, desinfectante, antibióticos, analgésicos y tijeras. Si los medios no son suficientes para curar al herido, habrá que pedir ayuda por medio de la radio, indicando la situación en la que nos encontramos y el estado del enfermo. Mientras llega la ayuda, es conveniente abrigar y proteger bien al herido, procurando moverlo lo menos posible.
 

Avalanchas

Las avalanchas son uno de los mayores peligros a los que se enfrentan los montañeros y esquiadores, por lo que es conveniente informarse bien sobre ellas antes de partir. Consulta el parte meteorológico y el parte local de avalanchas, y pregunta a la gente de la zona. En el trayecto hasta el punto de partida de la excursión, observa si hay restos de aludes recientes. Antes de partir es fundamental comprobar que los detectores de búsqueda en avalanchas (ARVA) funcionan correctamente.

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La mayoría de los aludes se producen durante tormentas o justo después, pues la nieve recién caída es la más inestable. Por tanto, si empieza a nevar durante la excursión, es necesario estar alerta, sobre todo si la nevada es copiosa.

Hay que evaluar continuamente el manto de nieve, observar las capas débiles o fuertes y planificar el recorrido en función de lo que observamos. En un terreno inestable se formarán grietas rectas al cargar el peso sobre los esquís. Observa a tu alrededor para ver si se ven huellas de aludes, como árboles caídos o acumulación de restos al borde de una ladera. Si estás en una zona de riesgo de avalanchas, evita pendientes de 30 grados o más y no asciendas por el medio de una pendiente abierta. Por último, si no queda más remedio que atravesar una ladera peligrosa, hacedlo de uno en uno y teniendo a los miembros del grupo a la vista en todo momento.

La regla de oro para la seguridad frente a las avalanchas es hacer todo lo posible por evitarlas. Si el itinerario no es suficientemente seguro, es preferible no hacerlo. Por otra parte, si ya estás en medio del recorrido, lo mejor es darse la vuelta, incluso a pocos minutos de la cumbre.