Pocos sitios en la tierra donde uno tenga la sensación de encontrarse precisamente en otro planeta, ya sea por las características del terreno, que nos recuerdan a las de la Luna o Marte, o por todo lo que lo rodea. No necesariamente, pero esos lugares suelen encontrarse en algunas islas, donde la formación de las mismas estuvo supeditada a condiciones extremas.

Si uno va al Teide o a la zona de Capadocia, en Turquía, sabréis muy bien de lo que hablo puesto que ambas atesoran un tipo de formaciones extrañas que nos teletransportan a una dimensión paralela. Tras visitar estos emplazamientos, parece que se ha producido un viaje espacio-temporal a millones de años luz, a millones de kilómetros.

Eso es precisamente lo que os queremos demostrar, que hay más localizaciones donde es posible experimentar una impresión similar. Y tampoco hace falta que os vayáis para ello al otro extremo del mundo. Encima de las Islas Canarias existe otro archipiélago, perteneciente a Portugal, formado por la isla de Madeira y la de Porto Santo.

Nos vamos a dirigir, de manera imaginaria, a la segunda. Y lo vamos a hacer a lomos de un portentoso equino, posiblemente el mejor compañero posible a la hora de investigar los rincones más ocultos de un lugar. Queremos contaros la historia de una ruta a caballo de 60 minutos de duración idónea para despertar los sentidos de los más pequeños de la casa.

Primero, porque el protagonista es el caballo y el contacto con el mismo le sirve para generar confianza, ganar autoestima y aprender a respetar la naturaleza. Y segundo, por el motivo fundamental por el que comenzábamos esta exposición: dejarles con la boca abierta cuando descubran el paisaje dunar que se extiende en mitad de la isla. Asombrados es la palabra exacta.   

Arrancamos desde nuestro centro ecuestre, donde, antes de nada, les entregaremos un casco de uso individual, la montura correspondiente y un caballo personal. Lo único, es aconsejable que lleven zapatillas robustas o típicas botas de montaña, ropa acorde a la actividad, pantalones no muy rígidos y, en verano o primavera incluso, crema protectora contra los rayos del sol.

Con eso estaría listo para ir preparando nuestra máquina del tiempo. Y sin salir de Porto Santo.